miércoles, 24 de junio de 2015

Del cielo llovieron piedras

Era un día como cualquier otro en el campo donde creció mi padre, cosa rara, no pude verlo. El cielo estaba cargado de nubes, espesas y de color gris. Las casas estaban dispersas, no eran las mismas que veía cuando chiquita. Aquellas eran de madera y cartones mojados, podridos por la antigüedad y el mal uso. Desconocía el lugar y su gente, a pesar de que era la dirección que fin de semana tras fin de semana yo perseguía.

Recorría con mi madre una de las casas, pequeña, sin color y frágil. Sin esperar lo que venía, mi procreadora salió por un instante, y no dijo a dónde.

Fue ahí donde empezó la pesadilla.

El cielo comenzó a desahogarse; enojado descargaba su ira desprendiendo de sí piedras hacía el infeliz pueblo. Desesperada grité por mi madre. No la veía y no podía exponerme al exterior rocoso y a la furia del universo.
La gente entraba a gritos ahogados en desesperación a aquellos ranchitos al borde de la caída.

Al cabo de cinco minutos descubrí que las rocas no tocaban a la gente, sólo hacían ruidos en los techos metálicos desgarrados y antiquísimos.

Al terminar la devastadora tormenta, prosiguió la calma, pero el cielo seguía aún más oscuro. Hacía frío ahí afuera. Era un frío tétrico que convertía el ambiente en un lugar de pánico.


Una hora después, luego de haberse calmado por completo. Sentí un mal presentimiento, un aura aterradora se posaba en el sitio.
Yo desde luego supe qué venía.

Comencé a gritos a llamar a mi madre. Al tiempo que respondió, me percaté que estaba a mi espalda. Había otro chico cerca de las dos, para ser exacta en medio de ambas. Me miraba asustado, y yo no sabía de dónde había salido ni qué hacía en esa habitación.
Mi madre hablaba con cierta serenidad, como si nada sucedía.

Miré hacia afuera. Vi como del cielo caían pequeños puntos desiguales. Me di cuenta de que no eran rocas. Eran pedazos de hielo.
Grité nuevamente. No pensé que continuaría.


6:30 A.M. la alarma del celular aun no suena, pero ya casi lo hace. Me despierto sudada, con el corazón en la mano. Tengo recuerdos borrosos de el sueño que acabo de tener. Me levanto de la cama deprisa, espero poder contarlo.

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